2/8/12

Llamadas de atención

Cuando un niño realiza llamadas de atención rápidamente nos damos cuenta de lo que está haciendo, pero ¿Los adultos también buscan llamar la atención sobre otros adultos? ¿Por qué?

Los niños necesitan ser vistos, necesitan nuestra atención sobre todo a la edad de tres años. Por eso, es fácil que en algún momento nos haya ocurrido si somos papás o que lo hayas visto por ejemplo en un parque que hay muchos peques jugando.

También entendemos que las pataletas son llamadas de atención y lo que hagamos frente a ellas dictaminará que vuelvan a ocurrir o no. Es importante no reforzar este tipo de conducta, pero incluso es más importante preguntarse a uno mismo qué es lo que ha ocurrido para que el niño tenga que hacer una pataleta para llamar nuestra atención.

Como siempre una buena comunicación con los pequeños nos ayudará a encontrar las respuestas y a satisfacer la necesidad que se ocultan tras esa pataleta, porque no se debe más que a una carencia emocional.
Estas llamadas de atención también las realizan los adultos, algunos abiertamente y otros con formas más sencillas y menos llamativas.
Todas las personas necesitamos reconocimiento, necesitamos que valoren lo que hacemos o lo que somos, necesitamos ser vistos pero hay un límite entre la salud y lo que ya comienza a ser algo patológico, no porque haga sufrir a los demás, si no porque esta persona puede estar sufriendo mucho si no se la ve como desea.
Cuando una persona necesita el reconocimiento constante es porque no ha sido vista cuando era pequeña por una razón o por otra que dependerá de cada caso en concreto.

No se trata de que uno de sus padres no la viera tirarse del tobogán en un momento determinado, son diferentes factores los que intervienen y acaban provocando una carencia emocional en la persona, un vacío que a veces puede ser complicado de llenar.

En esta búsqueda de reconocimiento también podemos mencionar a aquellas personas que son extremadamente agradables, aquellos que pensamos “son demasiado buenos” pero sin ningún matiz de desconfianza, porque es que son así ¿Pero qué es lo que ocurre?
Muchas de estas personas ponen el bienestar del otro por encima del suyo, satisfacen las necesidades de los demás incluso aunque le exija demasiado personalmente.
Estas personas buscan reconocimiento y valoración a través de esta motivación inconsciente, pero necesita que se les vea, que les acepte y se les quiera.
El niño necesita ser visto y cuando esto no es posible en su infancia y/o adolescencia, tenderá a buscar esos ojos que lo miren y reconozcan su persona y su labor en la madurez.

 ¿Juzgar o comprender?
Cuando se escucha que un chico tiene problemas de conducta en la escuela, no se puede dejar de pensar en el peso valorativo de la sola descripción de la problemática. Decir que un alumno se porta bien o mal, equivale a decir que los demás "juzgan" su comportamiento y que muchas veces el "juzgar" evita el "comprender". Por lo general, éste suele ser el núcleo del problema.
Pero ya sea la problemática grave o ligera, lo importante es tener en cuenta que cuando un niño muestra comportamientos "no esperables" en el ámbito escolar, estamos frente a un síntoma. Es decir, ante la expresión de que algo no está funcionando bien. La llamada "mala conducta" es la forma en que un chico o grupo de chicos está contando que hay cosas que están mal.

Comprender y ubicar la problemática
La problemática que presenta el niño o el grupo es como la fiebre, que nos dice que algo está pasando en nuestro organismo, pero no alcanza para decir cuál es la enfermedad. Hay que investigar y reunir datos a fin de intentar comprender. De nada sirve juzgar, lo único valedero es comprender y ubicar la cuestión en su justo lugar.
Un chico con problemas es un grito, una forma de expresar un conflicto, un modo especial de pedir ayuda. Cuando alguien -chico o grande- busca ayuda y no sabe cómo pedirla o no es escuchado o comprendido, la única forma que encuentra para hacerse oír es a través del conflicto.

La mayoría de los problemas de conducta suele ser una provocación, un intento de lograr una respuesta, de encontrar una solución: una llamada de atención para que los adultos hagamos algo.
Si padres y maestros, lejos de rivalizar por encontrar un culpable, se hicieran cargo de la necesidad del niño; si fueran capaces de abandonar ese difícil lugar que muchas veces asumen de "yo soy el mejor... porque si no me siento el peor", entonces las cosas serian más fáciles para todos. 

 Buscar el origen:
Las causas por las que surgen estos problemas en la escuela debería ser nuestra primera tarea. Pero ante la aparición de un comportamiento irritativo los adultos a veces caemos en la tentación de comportarnos como niños y nuestro primer planteo es «yo no fui", "con eso yo no tengo nada que ver", "la culpa la tiene Fulanito, yo no hice nada". Cuando el problema intenta resolverse buscando dónde poner la culpa aparece el primer inconveniente. Y sería bueno que los padres y maestros tratáramos de pensar más en términos de responsabilidad que de culpa. Esto por lo menos le quitaría al chico un conflicto agregado: el de ver a los adultos peleando por depositar la culpa en alguien o en algún lugar.

Familia versus escuela
Hemos escuchado hasta el cansancio frases que dictaminan que "la maestra le tiene bronca y por eso siempre le echa la culpa a él" o que "es hija de padres separados y con los conflictos que tiene la familia, cómo va a ser la chica...". La mayoría de las veces el niño es el centro de un tironeo donde dos instituciones chocan. Familia y escuela se enrostran las dificultades del pequeño y ambas intentan poner la cuestión fuera de ellas. Las dos instituciones sienten que se juegan "su prestigio" y las dos piensan que si se reconocen carentes, no sapientes, demuestran "no amarlo".

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